Hace años vivía en un barrio en el que se puso de moda entre determinados chavales robar la gasolina de los coches.
Como consecuencia de lo anterior, el tubo que comunica el depósito de gasolina de mi coche con el motor está lleno de empalmes ya que la operativa para orbar el combustible consistía precisamente en cortar este tubo.
Después, esta moda pasó, yo me mudé a otro lugar a vivir y me olvidé completamente del asunto.
Pues bien, con las heladas de la semana pasada o simplemente debido a la acción del tiempo, uno de estos empalmes dejó de cumplir su servicio y mi coche empezó a perder gasolina en plena calle.
Así que lo que empezó como un domingo campestre, acabó siendo una lección de mecánica de varias horas en la que me impregné de olor a gasolina para varios días.
Y mientras operaba con las herramientas que varias personas me prestaron amablemente y me calentaba las manos con agua caliente que un bar me dejaba cada cierto tiempo para poder seguir trabajando, me acordé de la influencia que cada uno de nosotros tiene en el mundo.
Pensé que el chaval que me robaba la gasolina, probablemente no esté pensando hoy en que yo me pasé varias horas debajo del coche para solucionar un capricho suyo de hace unos cuantos años.
Pensé que en ocasiones no somos conscientes de la influencia que nuestros actos tienen en el mundo y en otras personas, incluso muchos años después. Pensé en que no somos conscientes de que todo acto tiene una consecuencia. Todo: lo que compras y cómo lo compras, lo que dices y a quien se lo dices. También lo que dejas de decir tiene unas consecuencias.
Vivimos en una red y creo que uno de los mayores problemas que tenemos como sociedad es que demasiadas personas no son conscientes de ello. Es una idea clave: cada acto tiene una consecuencia. Lo que hacemos cada día deja una huella en el mundo. Nada es gratis en la vida: tu trabajo, lo que haces, lo que dejas de hacer... todo, absolutamente todo imprime una huella en el mundo.
Y el mundo que vivimos no es más que la suma de un montón de huellas. Nunca infravalores el poder que tienes: tu huella es importante y no hace falta robar gasolina para dejar una impronta positiva o negativa en el mundo.
Sergio Fernández
5 comentarios:
Encantado de saludarte Sergio y enhorabuena por el programa que haces en la radio, brillante la entrevista al maestro J.C. Cubeiro.
Totalmente de acuerdo con "Nuestra huella en el mundo", seguiré leyéndote.
Un cordial salud,
Juan Pablo
Hola Sergio
Felicidades por tu aportacion al programa en punto radio, muy bueno,¡¡ programas como éste ayudan y alivian más que los antidepresivos que recetan en la s.social
"cuando corto una flor se mueve una estrella".. F.Cabral
Formamos parte de un todo, por tanto todo está conectado
El problema no está en las huellas, sino en la interpretación que hacemos de ellas
La mecanica de universo no tiene consecuencias, eso es cosa de la interpretacion del ego a traves de la mente
Vivir no deja huella.. ES
Como seres humanos percibimos la vida a traves de la dimension limitada del pensamiento, el significado de las palabras, la interpretacion del ahora para convertirlo en pasado y en futuro
Un cordial y afectuoso saludo
Juan Antonio
Claro, esa es la clave, muchas veces pensamos que lo que le pasa al vecino es sólo cuestión del vecino, y no nos percatamos que vivimos en sociedad, y si nuestro vecino tiene una familia disfuncional nos afecta, porque hace que la sociedad en la que vivimos sea también disfuncional. Así es que se me hace muy bueno tu blog de hoy Sergio, felicidades!
Qué grande eres Sergio. Cuando cualquier otro se acordaría del que te hizo la puñeta en su día y de toda su familia, tú eres capaz de sacar el lado bueno, reflexivo y de aprendizaje. Mmm, me encanta leerte.
Por cierto, a veces tus reflexiones me recuerdan a aquel personaje de la serie Doctor en Alaska que hacía de locutor de radio ¿lo conoces?
Un abrazo.
¡Chapeau, Sergio!
Tu post de hoy es un ejemplo de cómo resumir en unas líneas, sin perder fuerza, todo un tratado sobre las consecuencias del proceder humano.
Verdaderamente, dejando a un lado la importancia de las actuaciones trascendentales, los gestos más nimios pueden producir imprevistas repercusiones.
Se actúa conforme a la voluntad (o se cree actuar, en muchos casos), pero existe una poderosísima influencia en nuestras vidas, que nace del caprichoso azar o de los actos ajenos y aparentemente banales.
Ya sabes: el efecto dominó, el efecto mariposa...
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